Recuerdo leer en mi niñez con auténtica pasión unos libros que tenían la peculiaridad de agrupar distintas historias.
Historias con nudo y desenlace cambiantes en función de las elecciones que como lector hacías en cada bifurcación de caminos.
La decisión tomada conducía la narración a un final distinto, dirigiendo a los protagonistas al éxito en su misión o a la derrota más estrepitosa.
¡Vaya, como la vida misma!
Entonces no podía ni imaginar (afortunadamente) que en eso consistía hacerse mayor.
El formar parte del mundo mágico y deseado de los adultos, suponía -como más tarde supe- aceptar que ante nosotros constantemente aparecen alternativas que marcarán un antes y un después, y que harán que nuestra historia se desarrolle por uno u otro camino.
Trabajar o estudiar. Alquiler o propiedad. Trabajo estable y seguro (ja, ja, ja) o la libertad aparente del emprendedor. Soledad o compañía. Elegimos amigos y nos eligen como compañeros …
Hace unos meses, visité con mi familia la excavación de Numancia. Me gustó mucho, especialmente interesante descubrir la diferencia entre ver la vida de manera lineal o en espiral.
La primera visión, es la heredada de la cultura grecorromana: nuestro camino es una línea recta, con el pasado a nuestras espaldas y el futuro allá en el horizonte, hacia el que caminamos a más o menos velocidad, por caminos principales o por atajos, pero siempre avanzando hacia adelante.
Pero los celtas concebían la vida como una gran espiral, en permanente evolución, viviendo y desarrollándose en círculos cada vez más amplios, sin principio ni final.
Para ellos era el tiempo y el aprendizaje el que les permitía evaluar las opciones de manera distinta, bajo otra perspectiva (si lee esta explicación el arqueólogo que nos hizo de guía, me “mataría” por simplificarlo tanto)
Sea cual sea tu concepción de la vida, estarás conmigo en que por muchos años que cumplamos, no dejamos de tener que elegir.
Como decía Forrest Gump, la vida es como una gran caja de bombones.
Y cada bombón que escogemos de nuestra fantástica caja vital, lo paladeamos notando su sabor, ya sea amargo o dulce.
¡Si señor! nuestra vida es como una gran caja de bombones que no se agota con la edad.
Afortunadamente.
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